Hay quienes creen que el sol nace solo porque sí, como si el horizonte lo pariera en silencio cada mañana. Pero en lo profundo del campo, donde la luz aún gatea entre los montes, se sabe que el día no despierta por voluntad propia, sino porque alguien lo llama.

Cuando su voz se alza, algo en el universo se acomoda, como una cerradura que por fin encuentra su llave. Entonces la sombra se disuelve, la brisa huele a tierra nueva, y la luz se estira sobre los tejados como un niño bostezando.
En un lado, el gallo entona su canto y con él sacude la piel dormida del mundo. En el otro, la tierra responde, la savia despierta y las raíces recuerdan su antiguo murmullo. Dos caras de un mismo grito, un eco que viaja entre el aire y la tierra, sosteniendo el equilibrio de lo que nace y lo que florece.
© Kapök Records, (Col, 2025)









